Tengo mis padres en la tercera edad, claro que se diferencian por alrededor de diez años y esa brecha se hace notable con el paso de los años. Mis padres han visto siempre la vida en forma muy diferente, no se como han logrado mantenerse juntos a través de los años, considerando lo difícil que ha sido la convivencia entre ellos supongo que la unión fue reforzada por el cariño que ambos profesan a los hijos y además por la pobreza que no permitía decidir un cambio de vida si no existían razones como violencia intrafamiliar o situaciones difíciles de otra índole, pero que ameritase pedir una separación. La parte económica influía mucho para ser prácticos a la hora de optar por un camino, el sueldo era muy pequeño como para dividirlo. Hace un tiempo atrás no era bien visto que un matrimonio decidiera dejar la convivencia sin haber motivos de peso para hacer algo así.
Mi madre mira los cambios con tolerancia y mi padre practicando el don de mando con sus hijas, olvidando que somos mujeres hechas y derechas, con maridos y críos grandes.
Mi padre con ochenta y siete años con ganas de hacer muchas cosas aún, pero sin convencer a los demás que preferirían que se dedicara a descansar largas horas para que no sufran sus piernas y rodillas con artrosis. Mi madre con deseos de terminar sus quehaceres para ponerse a ver TV tenderse en la cama haciendo de su dormitorio lugar de reunión después del almuerzo y del resto de la tarde, sobretodo, en invierno cuando las tardes son grises, frías y sin mucho que hacer.
Queda aun tiempo para sentir que están presentes y me alegro de tener mis padres vivos con sus virtudes y defectos, estoy segura que si cometieron algún error con nuestra crianza no hubo el propósito, sino ignorancia propia de la época en que les tocó vivir, tiempos de tanta intolerancia que se traducían en ser severos para juzgar cualquier situación que no estuviera en la norma de aquellos años, sobretodo, de los parámetros religiosos.
Mi madre mira los cambios con tolerancia y mi padre practicando el don de mando con sus hijas, olvidando que somos mujeres hechas y derechas, con maridos y críos grandes.
Mi padre con ochenta y siete años con ganas de hacer muchas cosas aún, pero sin convencer a los demás que preferirían que se dedicara a descansar largas horas para que no sufran sus piernas y rodillas con artrosis. Mi madre con deseos de terminar sus quehaceres para ponerse a ver TV tenderse en la cama haciendo de su dormitorio lugar de reunión después del almuerzo y del resto de la tarde, sobretodo, en invierno cuando las tardes son grises, frías y sin mucho que hacer.
Queda aun tiempo para sentir que están presentes y me alegro de tener mis padres vivos con sus virtudes y defectos, estoy segura que si cometieron algún error con nuestra crianza no hubo el propósito, sino ignorancia propia de la época en que les tocó vivir, tiempos de tanta intolerancia que se traducían en ser severos para juzgar cualquier situación que no estuviera en la norma de aquellos años, sobretodo, de los parámetros religiosos.

 
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